sábado, 26 de febrero de 2011

El rqueologo

El arqueólogo tiro con fuerza el collar y el cuchillo contra las rocas.
Casi casi al borde del precipicio estaba la ultima pista que venia siguiendo hace años.
Un montón de preguntas le daban vueltas en la cabeza
Porque estaba tan obsesionado con esas dos personas?
Cuando fue que habían existido?, fue un pacto suicida?
Quienes eran realmente?, porque dejaron todo?
Escapaban a algún lugar?
Donde iban verdaderamente?
Como termino su historia?
Porque trataba de reconstruir ese mundo de dos nadies que se habían perdido en el tiempo para siempre?…
A lo lejos quedo le molestaba el recuerdo de una ex esposa que casi no sabia quien era, que de cuando en cuando hablaba para por Tel. solo por compromiso o para arreglar temas de dinero.
Y frente a el ese tornado lejano como un huracán de esa pareja que se ellos mismos eran lo único que tenían.
Volvió sobre si mismo busco en su bolsillo y acaricio el mechón de pelo de esa mujer que hace tiempo llevaba consigo y trato de imaginarla como era,
Imagino sus ojos negros, embrujando el aire vez, la sintió, caminando entre las hojas y haciendo ruidos pisando las ramas secas, pensó en sus caderas que se mecían suavemente, … en sus piernas largas que lo enredaban como una serpiente, su cintura pequeña hecha para que la tomara como lo hizo miles de veces
En un momento le pareció que verlo que venia corriendo en su dirección, cansado, sonriendo con los dientes blancos, con los pies descalzos, muchas cicatrices, desesperado por volverla a ver. Casi se corre, de lo real que había sido la sensación de su presencia…
Nada, la verdad que haría siglos que nadie habría vuelto por ahí nunca mas.
Y si era así, porque podía sentir el amor de ellos tan intensamente, tanto que era un Voyeur espiando cosas que no debía
Lo sorprendió la noche en ese lugar de cuzco, la selva se había vuelto amenazante
El calor y la humedad eran terribles, miles de ruidos de pájaros que parecían querer enloquecerlo.
Miro por última vez ese paisaje al que juro no volver nunca.
El sol se ponía sobre los Andes, el naranja incendiaba el verde, los pájaros se callaron un instante y el silencio se volvió absoluto, hasta que la selva volvió a gritarle con todas sus fuerzas en la cara para que entendiera que debía irse que nunca había sido bienvenido.
Lo corrió una angustia que se instalo en su pecho como un puñal, pues nunca sabría al final, que había pasado, que fue de ellos, y en definitiva al fin y al cabo
Quien había triunfado, el amor o la eternidad?

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