lunes, 27 de diciembre de 2010

un cuento de princesas

Por alguna razón aprendí a desconfiar de las princesas en problemas.
El tiempo me ha enseñado, que luego de pasar miles de pruebas y atravesar infinidad de peligros, Tales como matar dragones, saltar acantilados, enfrentarme a guardias armados, etc., etc., etc. A menudo las princesas, preferían quedarse en la comodidad de sus castillos, siendo atendidas por sus sirvientes, y nada de andar probando como seria eso de dormir en el medio del bosque, o andar a caballo sin poder cambiar varios vestidos en un día.
Si, tal vez es cierto que yo no me tope con ninguna princesa verdadera, o que yo no soy ningún caballero andante, v lo cual es todavía peor, ya que todavía no termine de pagar la armadura...
Me salió un ojo de la cara, y ni que hablar de los accesorios.
Hablando de armadura, la pobre esta muy oxidada y llena de golpes, ya casi ni brilla al sol como en los viejos tiempos cuando paseaba por los campos de trigo en el atardecer y las doncellas suspiraban desde lo alto de las torres...
Además este trabajo esta muy mal pago, y las recompensas son mas bien pocas, y mire que he conocido princesas eh.
Le cuento, están las que quieren escaparse, las que se enamoran de un caballero pobre, las que su vida no tiene sentido, las que el padre las obliga a casarse con otro que no quieren, y sigue la lista.
Si ya sé, Ud. me dirá por que cuernos sigo con todo esto. Es que. Que otra cosa puedo hacer, soy un caballero andante ya le dije. Y también tengo que admitir que la sangre es débil, no sé resistirme a esas voces angelicales pidiendo auxilio, o a sus cabellos dorados al viento en un castillo desconocido...
Porque no sé si sabe que todas las princesas son rubias… en rigor de verdad también las hay morochas, orientales de todo, y también las hay teñidas no vaya a creer.
Lo cierto es que me es imposible resistirme a uno solo de sus pedidos; que le voy a hacer.
Bueno si ya sé, no lo quiero aburrir, pero no quiero olvidarme de sus captores, esos ogros horribles que hacen su vida miserable
estos abnegados trabajadores, siempre olvidados en los cuentos
Le voy a confesar algo que me paso hace muchísimo tiempo. Estaba yo por enfrentarme a uno de estos terribles seres con mi espada, listo para matarlo a atravesarle el corazón, cuando le escuche decir.
-Ya que viniste a matarme por favor hazlo rápido, ya no puedo vivir más; hace diez años que la rapte, jamás me miro a la cara, jamás una caricia un beso un reconocimiento nada, estoy en bancarrota y voy a tener que dejarla ir, no sé mas que hacer.
Ahora eso si la tarjeta dorada me la hizo pelota, los criados los hecha cada dos meses, tiene idea Ud. de cuanto sale un vestido de Dior o Cacharel, las fresas, el caviar, el champagne, lo que pago de luz y gas para mantener este castillo, ya no puedo mas.
Me apiade del ogro y le dije
- Bueno don ogro no se me ponga así, vamos viejo tiene que empezar una nueva vida hay otras mujeres déjese de joder, no sea chiquilín, vamos no me llore, hagamos una cosa, hacemos como que peleamos rompemos unas mesas gritamos un poco y listo, yo después arreglo con la princesa, digo que se escapo que se yo, la piloteamos, total yo soy un caballero Argentino, y en Argentina hasta las leyes de los cuentos se pueden arreglar.
Ahora eso si fírmeme acá como que vine vio, porque hoy es sábado y pagan como horas extras.

Casualmente hace unos días me mando una postal, esta viviendo en Brasil frente al mar. Esta muy feliz, tiene tres hijos y se caso con una brasileña que esta bárbara y lo tiene como los dioses.
Como le decía. Ninguna princesa en realidad quiere ser salvada siempre terminan prefiriendo su jaula de oro.
Aunque a decir verdad hubo una vez que...
No, pero eso es otra historia.

1 comentario:

  1. es muy lindo, ya lo había leído, me gusta el estilo, entre aniñado y cómico con detalles del contexto entre la fantasía y la realidad. felicitaciones!!

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